González Bayona sin bozal: la deshumanización de la medicina y la farsa sanitaria
La siguiente entrevista ha sido sustraída del sitio web de Valeria Vizioli.
Leonardo González Bayona tiene 53 años, es médico egresado de la UBA en el año 1997 y se especializó en Medicina Familiar en el Instituto Universitario CEMIC. Participó en el Programa de Medicina Familiar de la Southern Illinois University (EE.UU.). Tiene posgrados en Medicina Deportiva y en Obesidad y Nutrición Clínica en la Universidad Favaloro. Trabajó en la Fundación Favaloro, en el servicio de emergencias del Hospital Privado de Comunidad y en CEMIC desde el año 2010 hasta el 2021. Fue prestador exclusivo de OSDE en Medicina Clínica desde el año 2000 hasta su renuncia en 2021.
En marzo de 2020 fuimos obligados a encerrarnos en nuestras casas so pretexto de una “pandemia” sin precedentes. ¿Qué recuerdos tiene de aquellos momentos y cómo vivió la situación desde su lugar de médico? ¿Qué opinión le merece el aislamiento y de qué manera se dio cuenta de que estábamos ante una farsa sanitaria?
Cuando se decretó la situación de pandemia el 11 de Marzo de 2020 yo estaba yéndome de vacaciones con mi madre a Río de Janeiro, Brasil. Desde unas semanas antes, ya presentía que algo raro ocurría. Los protocolos que iban llegando a la guardia de adultos, donde estaba trabajando, no tenían mucho sentido. Avizoraba un futuro colapso del sistema sanitario. ¿Por qué? Porque los protocolos ya mandaban a hisopar y a aislar, ocupando una cama de internación a cualquier paciente, a cualquier persona que viniendo del extranjero presentara algún síntoma banal como dolor de garganta y unas líneas de temperatura.
No había que ser demasiado inteligente para darse cuenta de que eso, en el tiempo, iba a ocasionar un colapso inevitable del sistema sanitario. Las camas se ocuparían rápidamente porque en otoño y en invierno es una patología prevalente. Si se trataba de un virus que ya estaba circulando era solo cuestión de tiempo sentarse a esperar para ver el desastre sanitario que esas medidas iban a ocasionar, ya que muchos pacientes solo tenían síntomas banales y aislarlos en un hospital, para tal fin, iba a dejar fuera de atención a muchos otros pacientes que sí necesitaban ser internados. Además no olvidemos que los profesionales de la salud debían utilizar un equipo de protección personal que constaba de botas, camisolín, guantes, gafas, pantalla, doble barbijo, etc.
Como te decía, me encontraba en Brasil cuando se declaró el estado de pandemia y realmente me despreocupé de la situación. Pero los días fueron pasando y empezó a llegarme por whatsapp y por las redes información de los médicos de la guardia donde yo trabajaba. No entendía cómo, de buenas a primeras, pudo darse una situación tan preocupante, me pareció exagerado.
En la ciudad de Río de Janeiro a fines de Febrero y principios de Marzo se había festejado un nuevo Carnaval con récord de turismo extranjero, europeo y norteamericano, sin ninguna cuarentena ni ninguna medida de encierro, la gente haciendo vida absolutamente normal. Resumiendo, fueron pasando las semanas, no pude volver a Argentina y me puse a estudiar porque no me cerraba, no era lógico que encerraran a la gente sana por un supuesto virus respiratorio, no tenía sentido hacerle usar, o sugerir el uso de un tapabocas o barbijo a la población sana. Jamás antes, durante ninguna gripe estacional, ni tampoco en la fallida pandemia de H1N1 en 2009 fue de utilidad el uso de tapabocas o barbijos en población sana.
Mientras el tiempo transcurría yo seguía investigando y leyendo muchísimo, intercambiando información con colegas, con infectólogos, con clínicos. Y fui arribando a una conclusión, máxime cuando seguía varado en una ciudad que, con el correr de las semanas, debió haberse transformado en un lugar lleno de muertos, porque reitero, ahí no había medidas de cuidado, nunca había habido cuarentena, y se supone que con dos millones de turistas el virus debía haber ingresado a la ciudad y hecho estragos días más tarde.
Había una clarísima discordancia entre lo que mostraban los medios de comunicación, todos al unísono diciendo lo mismo y mostrando imágenes que yo no veía en la ciudad de Río de Janeiro recorriendola de punta a punta, yendo por las favelas, los barrios humildes, hablando con la gente y recorriendo la guardia de diez hospitales, incluso una tienda de campaña gigante que al día 4 de Mayo de 2020 se encontraba vacía. En las guardias no había gente y el personal en la puerta de los nosocomios fuera de cámara me decía que adentro estaba todo tranquilo. Nunca vi camiones para apilar muertos, tampoco vi camiones para mantener refrigerados cadáveres como mostraban por las redes. Fui a los lugares donde eso estaba supuestamente ocurriendo y no lo vi. Reitero, el personal de los hospitales me decía que nada de eso era cierto.
El aislamiento fue absolutamente innecesario en ese momento, tal vez durante un par de días creí que podía ser cierta la cuestión de preparar el sistema de salud, pero esa creencia me duró no más de dos días. Un gran despertar para mí fue gracias a un artículo escrito por Tomás Pueyo Brochard “El martillo y el baile” (The hammer and the dance), que llegó a mis manos a fines de Marzo de 2020 a través de una infectóloga amiga, integrante de la Sociedad Argentina de Infectología. El artículo tenía un encabezado que decía: “De lectura amena y obligada en los tiempos que corren”… Este texto recorrió el mundo, te propongo que lo leas hoy y me digas, ¿si no fue terrorismo psicológico, qué fue?… Tomás Pueyo Brochard, su autor, trabajó en Silicon Valley, es una persona que sabe cómo hacer circular información en las redes y en los medios, tiene un posgrado en Psicología de la Conducta Humana, viene de una familia de cineastas, es guionista, escritor de cuentos y especialista en narrativa. Sorpresivamente, en la plataforma Youtube, encontré una charla TED que este sujeto había dado en 2018 llamada “Why stories captivate” (Por qué las historias cautivan) donde le explica a la audiencia cómo crear una historia poderosa, cómo hacer que pegue y aún sin tener hechos ciertos, pueda ser considerada como real, como verdadera. El poder de la manipulación a través de las emociones, el juego con el miedo y la empatía, es escalofriante, todavía está disponible en Youtube. Meses más tarde este señor que no es médico sino escritor, con estudios en la Universidad de Stanford sobre la conducta humana, fue contratado por el Gobierno Nacional Argentino y el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como asesor para el manejo de las cuarentenas. Reitero, te remito a leer ese artículo en su versión español, artículo que fue publicado en 20 idiomas y compartido más de 40.000.000 veces en menos de una semana. El 19 de Marzo de 2020 el Gobierno Argentino dijo que había tomado ese artículo como referencia para decretar la cuarentena. (1)
Me di cuenta que era una farsa sanitaria por la sumatoria de factores, todo lo que fui viendo, todo lo que fui estudiando, todo lo que fui observando, todo lo que fui cotejando y la incoherencia absoluta de encerrar gente sana, nunca antes se había hecho en la historia, y la disparidad total de lo que mostraban por televisión y lo que yo veía en la ciudad de Río de Janeiro. Reitero, setenta días más tarde, aún en Río, no había visto ninguna ambulancia, ningún operativo que me hiciera pensar que existía una crisis sanitaria por un virus súper contagioso. Nada de eso se veía, y creo haber estado en el lugar justo en el momento indicado. Empecé a subir videos y eso me valió el hackeo de mi teléfono y llamadas a mi celular desde un número en Argentina, amenazándome con llenarme las piernas de balas si seguía recorriendo hospitales mostrando y subiendo contenido a las redes. También me pidió amistad el Dr. Oscar Cingolani, quien había sido antiguo Jefe de Clínica Médica en CEMIC, dónde yo me formé, para intentar adoctrinarme, cosa que no pudo. Este sujeto era el vocero de la Universidad John Hopkins para Latinoamérica sobre el manejo de datos, aquellas famosas curvas que había que achatar.
Desde el plano ético y moral cada profesión tiene un estatuto o reglamento por el cual se rige. En el caso de la medicina existe el Juramento Hipocrático. ¿Nos puede contar con sus palabras de qué se trata y por qué cree que en los últimos dos años tantos profesionales de la salud hicieron caso omiso de sus postulados?
El Juramento Hipocrático básicamente consiste en comprometerse con el cuidado de la salud del paciente sin dañarlo, siempre preservando la vida y el secreto profesional, en estudiar, en comprometerse con la verdad y sobre todo nunca dañar.
Ahora, ¿por qué tantos profesionales de la salud hicieron caso omiso de estos postulados? Creo que se combinan varios factores: por un lado, el miedo que le metieron a la gente con el relato de un virus súper contagioso que mataba y por el cual había que mantenerse encerrado, y disfrazarse de astronauta si había que atender a algún paciente. Este miedo también fue dirigido a los médicos, a los profesionales de la salud y a los enfermeros. Este sistema de salud es muy verticalista, se acatan órdenes, entonces los médicos obedecieron y siguieron protocolos, no fueron capaces de aplicar el pensamiento crítico, observar, cuestionar, ya que muchos de ellos, y me consta, tenían miedo de ser señalados como herejes, como negacionistas.
Todo esto sumado a que los medios de comunicación ejercían una propaganda feroz 24-7, haciendo que los profesionales de la salud se vieran completamente permeados por esa propaganda. Hay que tener mucho coraje para enfrentar al sistema e incluso el miedo al contagio. Si bien muchos médicos son bastante ignorantes, hay otros que sabiendo que las cosas no cerraban, obedecían por miedo a perder su trabajo. También hay un grupo menor de estos profesionales, no por ello menos importante, que deben haber recibido dinero para salir en los medios con un mensaje de terror, claramente operando para meterle miedo a la gente: los mercenarios. Y así como hay médicos mercenarios, también existen periodistas, comunicadores, fiscales, jueces y agentes de seguridad que obedecen órdenes y no cumplen con su tarea de hacer respetar la constitución y los derechos de la gente.
¿Cómo ve a sus colegas hoy en día? ¿Qué opinión le merecen quienes cambiaron su concepción de la práctica médica y en vez de auscultar y escuchar al paciente empezaron a ejercer la profesión exigiendo tapabocas y carnet de vacunación o pase sanitario?
Colegas llamo a los médicos que ejercen el pensamiento crítico y hacen valer su autoridad, porque para eso estudiaron y tienen un título. Además, la medicina tiene un gran componente de arte, si únicamente se tratase de seguir protocolos no haría falta estudiar medicina para ejercerla, solo bastaría con reproducir el protocolo y listo, escudándose en que la indicación vino de arriba. Por eso considero colegas a quienes observan, cuestionan y proponen alternativas, el resto son soldados con título de médico, tristemente habilitados para ejercer esta profesión de manera aberrante. Me parece increíble que se haya dejado de atender un paciente como debe ser, escuchándolo, revisándolo y viéndole la cara como siempre hicimos durante todas las gripes, es lo que yo seguí haciendo hasta hace poco que dejé de ejercer porque me cansé.
Durante un año y medio atendí a todos los pacientes como siempre, sin disfraces, sin distanciamiento, sin trapos tapando mi cara ni la de ellos. He atendido pacientes con neumonías bilaterales, los he asistido en sus casas e incluso a algunos los he internado, pero jamás formando parte de ese circo. Los médicos que exigen tapabocas o un carnet de vacunación o pase sanitario deberían reflexionar o dejar de ejercer la medicina de inmediato. No los considero médicos sino soldados funcionales a un plan de terrorismo psicológico, no tienen criterio, porque cualquier médico bien formado sabe que un tapabocas no protege de nada, ni protegió jamás ni redujo el contagio de infecciones respiratorias, sino los hubiésemos estado usando desde hace años por cada gripe estacional que, según las estadísticas de la OMS, tiene una tasa de mortalidad de hasta 600.000 personas al año.
Los tapabocas, como lo dice la palabra, son elementos para taparle la boca a la gente, trapos sucios cuyos poros son cien veces más grandes que el tamaño de un virus, por lo que desde el análisis técnico no sirven, ni hay estudios que demuestren de manera fehaciente y cabal que sirvan para reducir contagios. Pedir carnet de vacunas o pase sanitario es una barrabasada porque los médicos saben, o deberían saber, que lo que mal llaman “vacunas” son terapias génicas experimentales y no obligatorias por ley; no se puede someter a una persona a un experimento contra su voluntad, ni se pueden restringir sus libertades con la excusa de este pase que de sanitario no tiene nada.
¿Qué opina de ejercer la medicina a distancia? ¿Qué cambios trae la tecnología en este campo de la salud?
La medicina a distancia podría ser útil como una orientación pero jamás puede reemplazar a la medicina en consultorio, lo mismo que cualquier aplicación, puede llegar a servir para orientar, para facilitar la toma de un turno o para hacer un triage y saber si lo que tiene el paciente puede llegar a ser grave. Pero al paciente hay que verlo, hay que atenderlo, hay que escucharlo, hay que mirarlo, hay que darle tiempo. Desde hace años los turnos en consultorio son cada vez menores, hoy duran entre 5 y 10 minutos, una locura.
Los avances de la tecnología tienen cosas buenas, pero tienen también cosas malas como esta, la deshumanización del ejercicio de la medicina. La medicina es un arte que no se puede perder, el “Quedate en casa” y la atención telefónica, más con pacientes enfermos, me parece que fueron medidas que ayudaron a enfermar más a la gente, porque la seguridad que te da un profesional que atiende como Dios manda no puede ser reemplazada por un llamado. Así también es como muchos fallecieron, ya que por teléfono el médico no puede observar o tener una noción de que algo está mal. Hay pacientes que son estoicos y niegan síntomas y otros hipocondríacos que los exageran, por eso nada puede reemplazar la atención personalizada.
¿Cómo ve la medicina a corto, mediano y largo plazo?
La veo mal, desde mi lugar considero que la medicina necesita ser reconstruida, viene en decadencia desde hace años. Existe una gran presión de los laboratorios sobre los médicos, quienes reciben retornos en forma de dinero o en viajes y congresos. La medicina está basada en la prescripción de pastillas, pastillas y más pastillas, no existe la prevención, existe la hipermedicación, la realización de estudios complementarios excesivos para facturar, pasar al paciente por las máquinas en vez de ayudarlo a gerenciar su salud.
Así como se viene ejerciendo la medicina en estos últimos dos años, a largo plazo la veo muy mal, no da para más. Creo que tendremos que abrir la cabeza para encontrar otras formas de curar. La medicina se abrirá en dos: estarán los que quieran seguir con la medicina deshumanizada y los que nos apartemos para buscar recuperar aquellas cosas buenas que hemos aprendido y hemos puesto en práctica durante todos estos años, desechar las cosas malas e incorporar nuevos conocimientos de medicinas milenarias y naturales. Es fundamental no perder la humanidad, el don de seres humanos, porque nuestra palabra cura. Si el médico se transforma en un holograma o avatar deja de contar con sus recursos más valiosos: la palabra y la presencia para curar.
Por último, ¿cómo explica que el uso del barbijo/tapaboca, elementos que nunca han sido preventivos o de utilidad en esta mal llamada pandemia, sea derogado por decreto? Cómo es posible justificar medidas supuestamente epidemiológicas mediante reglamentaciones que nada tienen que ver con la salud sino con criterios netamente burocráticos?
Esta nunca fue una cuestión sanitaria sino política. Desde la predicción que hizo Neil Ferguson a principios de 2020 desde el Imperial College de Londres con su estudio basado en un modelo matemático, completamente inexacto, donde en menos de un año predecía millones de muertos en EE.UU. y en Inglaterra, deberíamos fijarnos quiénes financian a estas universidades y a estos pseudocientíficos. Detrás están los laboratorios, los mismos que sponsorean a la OMS, los mismos que dan grandes sumas de dinero a las universidades para realizar investigaciones clínicas, estudios científicos que arrojan resultados que les convenga a ellos.
Todo es política, como el test PCR, que es un test inespecífico que arroja falsos positivos y fue la punta de lanza, la clave para poder justificar el armado de este engaño, mentiras y terror psicológico. Gracias a este test se pudieron contar casos, se pudo inventar la figura del enfermo asintomático y se justificó de manera no científica el encierro de las personas y todas las medidas ridículas, como el uso del alcohol en gel y de los tapabocas que, como ya sabemos, nunca demostraron ser de utilidad para la prevención o reducción de contagios.
Tampoco se permitieron las autopsias, ni tampoco se habilitó un debate médico-científico, jamás se permitió escuchar otras voces y quienes opinábamos diferente, científicos de renombre a nivel mundial, médicos, bioquímicos, expertos en metodología diagnóstica, epidemiólogos, etc., fuimos censurados en las redes, que hoy son la principal vía de manipulación de opinión. Creo que la epidemia o “plandemia” de 2009 de H1N1 no prosperó porque todavía no estaban tan desarrolladas las redes sociales como lo están hoy.
Hoy las medidas se toman por decreto, todo se hace como si fuera una reglamentación más que hay que cumplir y mucha gente sabiendo que son reglamentaciones que no tienen sustento científico y que no ayudan a la salud, sino todo lo contrario, enferman, las cumplen por una cuestión de obediencia, porque hay una cadena de mando. Vas a un banco y hay un policía en la puerta que te pide un carnet o un político saca un decreto o una ley inconstitucional, como el gobernador de Jujuy que exigía pase sanitario para viajar en medios de transporte público. Se violaron los derechos fundamentales de las personas y la justicia en su mayoría no hizo nada, fue y sigue siendo cómplice.
Espero que esta nota ayude a tomar consciencia y que la gente pueda ver que se ha mentido, que se han puesto en las listas de muertos a muchas personas que murieron por otras patologías, como el cáncer y otras enfermedades conocidas que, con medidas como el encierro, el aislamiento, el terror, la mala alimentación, el sedentarismo y la no exposición al sol, se agravaron aún más. Hubo pérdidas de trabajo, depresión, aumento de peso, se incrementaron los factores de riesgo cardiovasculares como la hipertensión y la diabetes. La gente fumó más, tomo más alcohol y consumió drogas, aumentando las enfermedades crónicas no transmisibles, que son la causa número uno de muertes. Si a eso le sumamos las consecuencias de estos inóculos mal llamados “vacunas”, que ya han demostrado efectos terribles en millones de personas a corto plazo, sin saber todavía a medio y largo plazo lo que puede pasar, no nos extrañe que dentro de poco tengamos epidemias de enfermedad coronaria, accidentes cerebro-vasculares, enfermedades degenerativas autoinmunes, cáncer, chicos que no van a ser padres porque quedaron estériles y epidemias de abortos, cosas que ya se están viendo entre otras tantas patologías.
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