NO te compres un coche electrico…. NO es ecologico
Publicado en Expansión
“El
mito de que el futuro pertenece a los coches eléctricos es una de las
ideas equivocadas de la era moderna energética”.
La contundencia de
Vaclav Smil, reconocido experto en energía y medioambiente, desacredita
la coercitiva imposición del coche eléctrico recogida en el desiderátum
de la ley de cambio climático recientemente aprobada, la cual propugna
una involución energética y una verdadera abdicación de la lógica en
nombre del dogmatismo climático.
Esta ley, que pagaremos muy cara salvo que nuestra clase política espabile, se apoya, por un
lado, en la obsesión por las extremadamente ineficientes energías
“renovables” y por el otro, en el uso obligatorio del coche eléctrico para
el transporte privado.
Ambas imposiciones suponen un alucinante atentado
contra la libertad (un paso más hacia el nuevo totalitarismo) y un vano
intento de violar las leyes de la Física.
La
nueva dictadura climática quiere obligarnos a comprar vehículos que no
sólo son más caros, sino que poseen características que hoy, al igual
que hace un siglo, plantean desafíos que los hace inferiores a los de
combustión interna.
En primer lugar, los coches eléctricos tienen de
media una autonomía de 300 km, grosso modo la mitad que los vehículos tradicionales[3].
Aunque en el futuro se espera que ésta aumente, el enorme peso de las
baterías es un lastre estructural (un coche eléctrico pesa un 50% más
que el equivalente de gasolina), y sus dimensiones reducen el volumen
del maletero.
La autonomía real es siempre inferior a la publicitada y
produce la llamada “range anxiety” (ansiedad de autonomía)
causada por la imposibilidad física de repostar en tiempos razonables y
por la inexistencia de suficientes puntos de recarga, lo que impide
viajar con tranquilidad.
De hecho, si se cumplen los deseos de los
redactores de esta ley, olvídense de poder ir en coche de vacaciones
como hasta ahora.
En segundo lugar, y al contrario que los coches
tradicionales, el coche eléctrico tiene fecha de caducidad. En efecto,
la vida útil de las baterías puede rondar los 150.000 km según el número
teórico de ciclos de recarga, pero puede ser inferior dependiendo de la
temperatura exterior, del régimen de uso y del régimen de recarga (como
las baterías de sus móviles), lo que obligará a elegir entre maximizar
la vida de la batería o maximizar la autonomía.
En tercer lugar,
existen cuestiones medioambientales sin resolver alrededor de las
baterías de litio (aunque los ecologistas selectivos callen como
muertos) y su intensivo uso de cobalto conlleva serios interrogantes
éticos, pues la extracción de este mineral está ligada a la explotación
infantil y abusos de derechos humanos en la República del Congo, donde
se concentra el 70% de producción y el 50% de las reservas mundiales[4].
Estas minas, por cierto, se encuentran fundamentalmente en manos chinas[5], al igual que los metales raros usados también en los coches eléctricos, con el consiguiente riesgo geopolítico.
En
cuarto lugar, un parque automovilístico de coches eléctricos aumentaría
significativamente la demanda de electricidad, exigiendo un aumento de
la capacidad de generación del sistema de entre el 15 y el 25%, tema del
que apenas se habla y que requeriría enormes volúmenes de inversión.
Por si fuera poco, esta ley apunta a una generación basada casi
enteramente en energías intermitentes, ineficientes y caras como la
eólica y la fotovoltaica que no generan electricidad de noche, justo
cuando la mayoría de los coches eléctricos de uso privado estarían
recargándose. Algún político, fino observador, habrá notado que de noche
el sol no luce y el viento sopla mucho menos fuerte, y que la
electricidad sólo puede almacenarse muy limitadamente (exigiendo aún más
baterías).
Por último, una migración masiva del parque automovilístico privado hacia el coche eléctrico apenas reduciría el CO2
atmosférico, para frustración de los creyentes en la religión
climática. Existen dos razones.
La primera es que la fabricación de
coches eléctricos es mucho más intensiva en uso de CO2 que la
de coches de combustión interna tanto por las baterías como por su
mayor uso de acero y aluminio. Antes de salir del concesionario y
recorrer un solo kilómetro, un coche eléctrico ya ha producido entre un
20 y un 50% más CO2 que un coche diésel o gasolina.
La
segunda razón es que la electricidad que consume un coche eléctrico
procede en gran medida de energías primarias que emiten CO2 (como las centrales térmicas de combustibles fósiles) o han emitido CO2
en su fabricación (como las eólicas o fotovoltaicas), por lo que la
reducción real de emisiones es mucho menor de lo que la propaganda hace
creer.
En efecto, el carácter “verde” del vehículo eléctrico depende de
que la generación eléctrica provenga de fuentes no emisoras de CO2.
Esto es una absoluta quimera, pues la intermitencia de las “renovables”
exige necesariamente sobredimensionar el sistema para contar con el
respaldo de fuentes de energía tradicionales
(ver La Suicida Ley de Cambio Climático, Expansión 22-5-21).
Así, según un estudio reciente, un coche eléctrico tendría que circular
hoy hasta 200.000 km para empezar a suponer una reducción de emisiones
de CO2 respecto a vehículos diésel o gasolina con igual kilometraje[6],
aunque el rango depende de las fuentes de generación eléctrica. Por
todo ello, y dado que el transporte por carretera de vehículos privados
supone menos de un 10% del total de emisiones mundiales de CO2[7] , distintos estudios concluyen que una flota automovilística 100% eléctrica reduciría el CO2 entre un 0 y un 5%. Para este viaje no necesitamos alforjas.
La
ley de cambio climático encarecerá significativamente la factura
eléctrica y también la compra de vehículos, tanto por su coste de
construcción y menor vida útil, como por la ampliación del sistema
eléctrico necesario para alimentarlos, como por el previsible aumento de
impuestos con que se les gravaría (¿o creen ustedes que el Estado
renunciará alegremente a los ingresos del impuesto sobre
hidrocarburos?), y todo ello para apenas disminuir las emisiones de CO2.
LA REALIDAD QUE LA ÉLITE GLOBALISTA NO TE CUENTA SOBRE
LAS BATERÍAS DE LOS VEHÍCULOS ELÉCTRICOS Y EL SUPUESTO «CAMBIO CLIMÁTICO
GENERADO POR LA ACCIÓN DEL HOMBRE»
La
primera cuestión es que, tristemente, casi nadie sabe que la mayor
parte de la energía utilizada para alimentar a los coches eléctricos
proviene de la quema de carbón, la cual contamina mucho más que los
motores de combustión interna de gasolina.
A
parte de esto también hay varias cuestiones más que parecen ser mucho
más perjudiciales para el medio ambiente en conjunto que el uso de
coches de combustión tradicionales, como son la deforestación y la
erosión de la superficie del planeta debido a la extracción minera de
los materiales para fabricar estas baterías y la compleja labor de
reciclaje de las mismas, teniendo que habilitar cementerios de residuos
para la gran cantidad de componentes químicos y tóxicos no
reutilizables, suponiendo más perjuicio que beneficio para la salud del
planeta.
Por
supuesto que los lobbies que sostienen el gran fraude del
«calentamiento global», ahora llamado «cambio climático» no te contarán
nada de esto, pero todos tenemos la capacidad de investigar por nosotros
mismos y darnos cuentas de la realidad oculta tras los intereses de la
élite globalista, que no es el cuidado del medioambiente, si no
intereses puramente económicos con el monopolio de un nuevo mercado en
el que ellos se llenarán los bolsillos, mientras que los países y las
personas con menos recursos económicos se llevarán la peor parte de lo
que estas nuevas «políticas verdes o sostenibles», impulsadas por esta
élite, ocasionarán a toda la humanidad.
El
cambio climático existe, siempre ha existido y siempre existirá. Desde
antes de la existencia del ser humano ya hubo épocas de calentamiento y
enfriamiento global. La realidad es que NO LO PROVOCA EL CO2, SINO LOS
CICLOS SOLARES en un altísimo porcentaje. Por poner un ejemplo: un solo
volcán expulsa más CO2 al año que el emitido por la acción del ser
humano. CO2 básico y FUNDAMENTAL para la vida, pues sin el las plantas
no crecerían y morirían, ocasionando la extinción de toda la vida en el
planeta.
Es hora de
decir basta a tanta manipulación de la misma élite que contamina
nuestros mares y deforesta nuestros bosques sin que digan o hagan nada
por qué esto deje de pasar.