Respirar bien para mantener la calma


 Parece sencillo, pero a veces respirar bien resulta un arte, más aún ante momentos de crisis como la que vivimos a raíz de la expansión del coronavirus; las noticias sobre nuevos casos de contagios no cesan y conviene tomar medidas para no agobiarse. La respiración puede ayudarnos a calmarnos, pero, por instintivo que sea, no siempre dominamos esta importante actividad o, bien, adquirimos malos hábitos difíciles de corregir, como respirar por la boca. Por eso, los expertos recuerdan que no oxigenarse de modo correcto puede provocar algunos daños en nuestra salud y perjudicar, por ejemplo, nuestro descanso. Consultamos a Isabel Urrutia, neumóloga de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), para despejar todas las dudas, aprender a respirar de forma saludable y saber cómo recuperar la respiración (y la tranquilidad) después de un ataque de ansiedad.

¿Sabemos respirar?

Absorber y expeler aire parecía un movimiento sencillo, innato y que traíamos aprendido de serie, pero no todos lo hacemos tan bien como pensamos o deberíamos. ¿Inspirar por la nariz? ¿A qué ritmo? «Respirar es algo natural e instintivo, una actividad que, en general, no hacemos mal; pero hay que recordar respirar por la nariz, ya que el sistema de filtrado nasal logra que captemos aire de mayor calidad», explica Urrutia. Y no debemos acelerarnos. Una frecuencia respiratoria normal y saludable, en reposo, ronda en torno a las 12 y 18 respiraciones por minuto.

La cuestión se complica cuando tenemos la nariz taponada o salimos a correr o hacemos otro ejercicio aeróbico al aire libre, que no es el caso de un juego como el golf. Entonces resulta más habitual despistarse y captar el aire por la boca. Y ahí pueden surgir los problemas. «Si respiras con la boca abierta por la calle y hace frío, al aire no le da tiempo a humidificarse y calentarse de forma adecuada, por lo que las mucosas pueden enfriarse», dice Urrutia. El resultado: aumenta la probabilidad de coger un resfriado.

Pero más allá de esta precaución, reconoce la experta, no hay mayores problemas. Eso sí, si padeces sobrepeso u obesidad, debes saber que esta condición aumenta el riesgo de que sufras un trastorno respiratorio nocturno, como el síndrome de apnea-hipopnea, lo que perjudica la calidad del sueño. «Este problema hace que dejemos de respirar durante determinados momentos y que, en general, captemos un menor volumen de aire, por lo que no tendremos un sueño reparador y sufriremos somnolencia por la mañana», apunta la doctora.

Mindfulness con tu inhalación

Ciertas técnicas de relajación incluyen el entrenamiento respiratorio. Entre ellas, se encuentran la meditación consciente —conocida como mindfulness—, el yoga e incluso el taichí. Están de moda y son tendencia, pero aun así, estos ejercicios pueden tener un efecto beneficioso porque ayudan al control del estrés y la respiración.

Además de lanzarte a por tu colchoneta de yogi e iniciarte en su práctica, puedes realizar otros ejercicios sencillos para hacer en cualquier lugar. Los expertos recomiendan empezar a tomar conciencia de tus movimientos de entrada y salida del aire. Presta especial atención a los momentos en los que te sientas especialmente estresado y nota cómo se comporta tu respiración: por ejemplo, si tienes problemas para tomar el aire, coges bocanadas grandes a través de la boca o si tu ritmo respiratorio se acelera o pierde su ritmo natural y se ha convertido en irregular. Apunta, toma conciencia y aprende a cambiar este comportamiento por otra respiración más pausada y calma. El consejo general de la neumóloga: «Respira hondo porque reducirás el ritmo respiratorio y te ayudará a relajarte y a sentirte más tranquilo».

Adopta una buena postura: vigila tu diafragma

No parece extraño que ejercicios como el yoga —que trabaja la conciencia sobre nuestro cuerpo, además de sobre la respiración— estén tan en auge. Y es que nos cuesta mantener una postura saludable. Cualquiera que haya probado a mejorar su llamada higiene corporal dinámica conoce que una mejor colocación favorece la respiración profunda.

Pero a veces el problema reside en interiorizar qué posición nos resulta saludable. Según Urrutia, esto no lo hacemos mal del todo. Y, en general, todos tenemos una postura buena que nos permite respirar con calidad.

Si quieres ponerte a prueba, empieza por prestar atención a tu diafragma, ese músculo alojado entre el pecho y el abdomen, porque desempeña un papel principal en la respiración. Este tejido cargado de tendones funciona como una bomba que mete el aire dentro y después lo empuja fuera de nuestro cuerpo. Por eso, hay que asegurarse de que no lo oprimimos para que pueda llevar a cabo su tarea con total libertad.

Cómo relajar tu diafragma, el principal músculo de la respiración

Pero aquí no acaba todo. Recuerda mantener tu espalda erguida, elevada y tus hombros bajos y encajados de manera natural en las clavículas. Esta posición implica colocarlos ligeramente hacia detrás (pero con naturalidad, sin exagerar) y distendidos, sin tensiones. Tu mentón debería alzarse de forma suave. Y no te olvides de relajar mandíbula y cuello.

Más que un suspiro

Los hay que denotan amor o anhelo, pero otros revelan puro agotamiento. Los especialistas recuerdan que los suspiros pueden esconder mucha información valiosa sobre la calidad de nuestra respiración. Porque, afirman, un suspiro resulta casi siempre ser más que un suspiro.

Un ejemplo clásico está en quien practica esta respiración profunda a todas horas o en quien bosteza todo el tiempo (en el fondo, otro tipo de inhalación). En uno y otro caso, estos comportamientos pueden esconder un problema para obtener aire suficiente. Y acabamos exhaustos porque nos estaremos hiperventilando; es decir, captamos bocanadas a un ritmo mayor del que los expertos consideran saludable. Y aunque la respiración excesiva constituye una respuesta natural en episodios de estrés o ansiedad, el consejo consiste en tratar de controlar el ritmo de entrada y salida del aire.

Para quienes suspirar puede llegar a convertirse en un hábito y, por tanto, en un comportamiento repetido incluso durante los momentos del día en los que no tenemos motivos para estar ansiosos, hay remedio. Deben aprender a aguantar el aire dentro de forma consciente, por ejemplo, siete segundos, porque este gesto ayuda a reducir el ritmo respiratorio. Pero si los problemas persisten, habrá que realizar una visita al médico.

Y respira hondo…

Cualquiera que haya sufrido un episodio de estrés ha recibido el mismo consejo: respira hondo. Cuando estamos nerviosos, nuestra respiración (al igual que nuestro ritmo cardiaco) se acelera y nos hiperventilamos. Esto implica que captamos mayor volumen de oxígeno durante la inhalación, pero también liberamos una enorme cantidad de dióxido de carbono (CO2). Según Urrutia, esto resulta nefasto, ya que si haces esto, solo acabarás aumentando tu sensación de estrés e, incluso, puede que derive en un ataque de ansiedad. Por eso, la experta aconseja todo lo contrario: cuando estés nervioso, trata de captar aire de forma lenta, suave y controlada.

Y si te hace falta, o sufres un ataque de ansiedad, «podemos usar una bolsa de plástico». Colócala en la nariz y la boca para recuperar el dióxido que estás liberando, «ello favorece recuperar el ritmo de respiración normal y el sosiego», aclara la médica. Importante: no hay que meter la cabeza dentro de la bolsa, sino solo colocarla en las vías respiratorias.

Fuente: consumer 

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